La empresa de transporte terrestre más grande de Argentina sin dudas está vinculada a la operación de graneles secos, principalmente granos, dada la gran producción del sector agropecuario que caracteriza al país.
También las cargas peligrosas sólidas, las líquidas y las refrigeradas son de gran trascendencia.
De esta forma, la facturación de la empresa de transporte terrestre más grande de Argentina se encuentra íntimamente ligada al transporte de graneles y cargas masivas de productos primarios.
Empresas de Carga Peligrosa
Las cargas peligrosas también son muy relevantes debido a la presencia de una gran industria química en el país, las cuales deben su relevancia a los valores superiores de estos tipos de fletes, más que a su volumen.
Estos dos tipos de cargas, más las cargas generales, suman casi dos tercios del valor de producción del transporte automotor de cargas.
En el país, el sector, e incluso las empresas de mayor tamaño, tienen una fuerte impronta familiar, lo que en alguna medida ralentiza la adopción de cambios e innovaciones tecnológicas.
Sin embargo, la profesionalización del sector va ganando terreno a medida que se especializan los servicios y se cumplen con las exigencias de grandes clientes.
Las Buenas Prácticas de Gestión y Operación
En este sentido, existe una estrecha relación entre la optimización de las operaciones y el cuidado del medio ambiente, con las empresas de transporte terrestre que prestan servicios a generadores de carga vinculados con capitales internacionales.
Cabe destacar que, gracias al impulso de diversas asociaciones de gran peso en el sector, existe en el país un esfuerzo por divulgar las buenas prácticas de gestión y operación.
El mercado del autotransporte de cargas en Argentina está sumamente atomizado, en un gran número de operadores individuales dueños de uno o dos camiones.
Características del Mercado Argentino
Las características propias del mercado local argentino dificultan a estos pequeños empresarios la adquisición de nuevas unidades, más modernas y eficientes.
Los pagos habituales suelen cobrarse a 60 o 90 días luego de la prestación del servicio, o incluso más tarde, lo que en un histórico contexto inflacionario, representa un gran impacto en la rentabilidad de las operaciones y de los pequeños empresarios.
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