“La logística surge como la última frontera de la competitividad”, sentenció Peter Drucker a mediados de la década de 1960, haciendo referencia a que ya alcanzada la máxima eficiencia en los métodos de producción, el campo final para lograr mejoras estaba en la gestión de los flujos logísticos.
Desde aquellos años, y principalmente en las últimas décadas, el desarrollo de la actividad logística fue realmente vertiginoso, generando un fuerte impacto en la eficiencia de las operaciones en todos sus niveles, que se vio reflejado también en la transformación de las cadenas globales de abastecimiento vinculadas al comercio exterior. La actividad se nutrió de las últimas tendencias del management, así como de las más innovadoras implementaciones tecnológicas para optimizar sus operaciones, a la vez que los ejecutivos logísticos sumaban también más relevancia en la toma de decisiones de las organizaciones.
Creció de forma exponencial la demanda de formación profesional para el sector y se crearon especializaciones, tecnicaturas, carreras de grado y masters en logística y cadenas de abastecimiento.
A pesar de este desarrollo, el sector vive a nivel global un gran desequilibrio que atenta contra su competitividad y que, al menos por el momento, no se puede solucionar mediante la digitalización. Si bien todos nos maravillamos con los avances tecnológicos y la promesa de un futuro completamente automatizado, hoy el mundo entero sufre la falta o disminución en la oferta de algunos oficios esenciales.
Tal es el caso de clarkistas, operarios portuarios, mecánicos (de camiones, navales), empleados de almacenes, maquinistas y estibadores, todos puestos que resultan fundamentales para el funcionamiento de la actividad logística y, como consecuencia, también del comercio exterior.
Artículo publicado originalmente el 15 de julio de 2021 en La Nacion.