La logística es una actividad que está presente en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Detrás de cada objeto que nos rodea hay una logística asociada que los puso a nuestro alcance y, detrás de ella, un mundo logístico relacionado con las cadenas productivas que, en la mayoría de los casos, tiene alcance internacional.
Esta característica omnipresente de la logística es la que la vuelve un factor clave a la hora de analizar la sustentabilidad a nivel global, ya que su impacto se siente con fuerza en varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados en la Agenda 2030 de la ONU.
Mientras los recursos del mundo fueron suficientes, la civilización estructuró su desarrollo económico optimizando las operaciones productivas principalmente en cuanto a sus costos. El aspecto medioambiental fue siempre la variable de ajuste disponible, no importó, por ejemplo, que la internacionalización de la producción generara una mayor demanda de operaciones logísticas internacionales y, por ende, mayor emisión de gases contaminantes, porque el mundo todavía tenía resto.
Lo mismo sucedió con los modos de transporte para el traslado de mercaderías, que hoy sabemos que representa el 13% del total de emisiones de CO2 global. Por eso, a medida que vamos llegando al límite, la urgencia por encontrar soluciones se hace latente, como lo demuestran las múltiples acciones que gobiernos, organizaciones y empresas impulsan para mejorar este índice, como ralentizar la velocidad de los buques para reducir las emisiones, el uso de combustibles ecológicos para el modo aéreo, y la propulsión a gas o eléctrica para el autotransporte de cargas.
Así como nos referimos al movimiento de bienes y mercancías, como personas también tenemos nuestra propia logística y, por ende, nuestra huella de carbono personal, que representa la cantidad de emisiones que nuestra movilidad genera en la atmósfera.
Mientras el mundo aguante, no dudamos en conducir una camioneta en medio de la ciudad para retirar un pequeño paquete, en hacer kilómetros extra solo para comprar la marca de helados que más nos gusta, o en hacer largos trayectos diarios conduciendo para ir a trabajar. Cómo tampoco nos cuestionamos comprar un producto por eCommerce de un país lejano si el envío es “free shipping”.
Un antes y después
Actualmente nos encontramos ante un punto de inflexión, donde la comunidad científica advierte que el ritmo de los cambios para atenuar los impactos medioambientales de la actividad humana son insuficientes para alcanzar los objetivos planteados por los ODS para 2030.
En esta instancia es importante comprender que no se trata de metas caprichosas, ya que lo que persiguen estos objetivos es evitar daños irreversibles en el equilibrio natural de los ecosistemas y que, si no logramos alcanzarlos, habrá consecuencias.
Las mismas se relacionan con que nos encontraríamos ante un mundo menos habitable, en el que irremediablemente perderíamos beneficios o comodidades, que quizás ahora no valoramos lo suficiente porque siempre estuvieron ahí. Sin ir más lejos, como sucede actualmente con la pandemia, donde hemos perdido la posibilidad de interactuar de forma presencial sin correr riesgos.
Volver al pasado y ser colaborativos
Está comprobado que los desperdicios producidos por el packaging de los productos es uno de los factores más contaminantes. Desde la actividad logística, expertos europeos señalan que un camino posible para mejorar esta situación y eliminar el uso de packaging, sería regresar a antiguos esquemas de abastecimiento domiciliario, como el del reparto de leche a granel casa por casa, seguramente ahora con vehículos eléctricos y apoyo tecnológico para optimizar las operaciones.
Otra posibilidad que se analiza e impulsa, por ejemplo, desde el Foro Logístico Buenos Aires, es la de promover la Logística Colaborativa Sustentable entre empresas, donde se buscan sinergias para optimizar las operaciones reduciendo el uso de unidades y su impacto ambiental al compensar las cargas entre las compañías que participan de forma colaborativa.
Quizás retroceder hacia antiguos esquemas signifique avanzar en este caso, así como construir una relación más madura entre compañías, sin dejar de competir, sea un reto que se deba asumir tal como ya lo adelantan los expertos.
Lo que es indudable es que se trata de desafíos inevitables que deberemos enfrentar en el mediano plazo para, al menos, no perder lo que ya tenemos.
Debemos confiar en nuestra capacidad para lograrlo y trabajar para integrar estos objetivos en las empresas, ya que si no nos comprometemos voluntariamente hoy, estaremos obligados a hacerlo mañana, seguramente bajo peores condiciones.
Artículo publicado originalmente el 29 de mayo de 2021 en BAE Negocios