“Un equipo es una combinación de miles de factores humanos y psicológicos encaminados hacia el mismo objetivo: La victoria”. Manuel Gómez Brufal
¿Qué hace que un equipo sea un equipo? ¿Cuál es tu confianza depositada en él?
Si bien es cierto que, como reza su definición, un equipo es un “grupo de personas que se organiza para realizar una actividad o trabajo”, lo que realmente diferencia a los grandes equipos es el compromiso de sus integrantes con ese objetivo en común. En este sentido, el compromiso más fuerte y real que existe es el que nace del liderazgo personal, de aceptar una responsabilidad, de hacerla propia y gestionar los recursos individuales para alcanzar los objetivos de nuestro rol como integrantes de algo más grande: un equipo, que a la vez y como un todo tiene sus propias responsabilidades y objetivos. Está claro que todo equipo tiene un líder responsable de los objetivos del conjunto, pero los mejores equipos son aquellos donde cada integrante lidera su desempeño personal, con plena consciencia de su rol grupal. En un equipo de líderes que comparten metas en común, la comunicación es naturalmente abierta y una fuente de desarrollo y crecimiento continuo. Porque a pesar de que sus integrantes están enfocados en el cumplimiento de su propia responsabilidad, no pierden de vista la visión del todo y no dudarán en manifestar sus ideas, opiniones y aportes para cumplir ese objetivo compartido que es, a la vez, su propio objetivo. De esta forma, la comunicación fluye continuamente por el equipo, lo nutre y lo transforma siempre en pos de alcanzar sus metas. La información precisa y verdadera le permite al mismo adaptarse a los cambios de contexto, concretar posibilidades de mejora identificadas por sus integrantes y, en definitiva, desarrollarse para conseguir cada vez mejores resultados. Sin embargo, no se puede perder de vista que somos personas y que, como tales, seres emocionales. Posiblemente no siempre podamos elegir a qué equipo pertenecer y es posible que no sintamos afinidad con todos sus miembros, por eso la inteligencia emocional juega un papel fundamental en la dinámica de los equipos. Así como confiamos en nuestras capacidades para liderarnos y aportar nuestro punto de vista, también podemos recibir críticas sobre nuestro accionar o desempeño, ante lo que sería recomendable evitar la reacción natural de vivirlo como un ataque y reaccionar de modo defensivo, ensayando excusas o, incluso, criticando al otro como respuesta. Los objetivos del equipo exigen lo mejor de cada uno y una crítica bien intencionada puede representar finalmente una posibilidad de mejora, por lo que deberíamos ser capaces de aprender de ella y utilizarla para evolucionar. Desde luego la empatía, como capacidad de ponernos en el lugar del otro, es una virtud clave en la comunicación dentro de los equipos, ya que favorece la buena predisposición, sobre todo cuando se deben transmitir o recibir comentarios que pueden ser tomados como negativos. Los objetivos del equipo son el norte hacia donde se enfocan todos los esfuerzos de sus integrantes.Existen numerosos ejemplos en la historia que muestran el poder de un equipo comprometido con sus metas, pero quizás el caso de Benjamín Franklin, ilustra como ninguno el valor de gestionar el ego y el orgullo cuando estos obstaculizan el mejor camino hacia el éxito grupal. El presidente norteamericano en su primer gabinete, incluyó a los tres hombres que fueron sus rivales en la nominación republicana para la presidencia de Estados Unidos. Hombres que eran más famosos y reconocidos que él, e incluso uno de ellos se había burlado durante la campaña del origen campesino de Franklin, quien supo relegar su orgullo y rencor porque: “Necesitábamos a los hombres más fuertes del partido en el gabinete. Había mirado la fiesta y concluí que eran los hombres más fuertes. Por lo que no tenía derecho de privar al país de sus servicios». (Goodwin, 2005) Eran tiempos difíciles y junto a su equipo, el presidente norteamericano no solo salvó la unidad de su país, sino que luego de trabajar a su lado sus antiguos rivales terminaron manifestando su admiración por la capacidad de liderar como un miembro más del equipo. No se trata, desde luego, de buscar conformar equipos con gente con la que no tenemos afinidad, pero sí de no cerrarnos ante una mala impresión inicial o un prejuicio. “Cualquier necio puede criticar, condenar y quejarse, pero se necesita carácter y autocontrol para comprender y perdonar”, decía el empresario y escritor estadounidense Dale Carnegie. (Carnegie, 2009) Quizás una diferencia con el otro nos interpela a nosotros mismos, y detrás de ella se esconde un aprendizaje. En cualquier caso será nuestro compromiso con los objetivos del equipo el que nos impulse a ser cada día mejores, a evolucionar aprendiendo del otro y de nosotros mismos, y a alcanzar nuestras metas, que seguramente se verán potenciadas también por el conjunto. Ya que, en definitiva, el poder más importante de una organización está en sus equipos, en sus trabajadores.