El comercio exterior es un mecanismo complejo, que podría compararse con un reloj imperfecto que, sin embargo, debe marcar siempre la hora correcta.
El gran número de actores que lo conforman y las infinitas variables que se ponen en juego en su desarrollo, conforman un sistema de difícil gestión que demanda un fuerte compromiso y responsabilidad de todos los profesionales que intervienen en él, para poder llevar adelante de forma exitosa sus operaciones.
Si bien actualmente las innovaciones tecnológicas en su constante evolución suman soluciones capaces de brindar mayor previsibilidad a estas operaciones, existen múltiples barreras que hacen que todavía no sea posible aprovechar todo su potencial.
En un análisis teórico, se podría pensar que implementando documentación digital, seguimiento satelital, automatismos y tecnologías como la inteligencia artificial y blockchain, se podría conformar un sistema ágil y sin mayores sobresaltos para los intercambios comerciales entre países.
Sin embargo, la realidad del comercio global y su logística asociada dista mucho de un análisis de este tipo. En lo que respecta a la implementación de tecnología, cada país presenta sus propias particularidades que hacen que no todos puedan o quieran implementar estas soluciones de forma coordinada, ya que no solo se trata de contar con los recursos económicos para realizar estas inversiones, sino que también se requieren acuerdos políticos que orienten las decisiones en ese sentido.
La dinámica de los mercados globales, donde no solo juegan la oferta y la demanda, sino también las barreras que los diversos países imponen al comercio de forma estratégica para cuidar sus intereses, escapan a la lógica de los sistemas informáticos y suman imprevisibilidad a todo el sistema.
Los factores climáticos, la crisis sanitaria, el precio de los combustibles, las decisiones políticas, forman parte de una interminable lista de variables que impactan en el desarrollo de las operaciones logísticas vinculadas al comercio exterior, donde también se incluyen incidentes tan comunes como un simple neumático pinchado o una falla mecánica en un camión en tránsito hacia una terminal portuaria.
Pero, a pesar de todo, el comercio exterior sucede, y esto es gracias al compromiso y la capacidad de los profesionales del sector.
En definitiva, son las personas las encargadas de dotar de flexibilidad a este gran mecanismo global, sorteando obstáculos con creatividad y, fundamentalmente, con compromiso.
No es casual que abunden en la web memes del estilo “para que voy a sufrir por amor, si con los embarques urgentes ya tengo bastante”.
El comercio exterior no puede frenar y así quedó demostrado durante la crisis sanitaria que todavía impacta al mundo. La prioridad para todos los países, junto con la gestión de la salud, fue mantener activo el comercio internacional, por eso mismo la baja registrada en sus volúmenes durante 2020 se produjo por cambios en la demanda y no por limitaciones logísticas, lo que también explica que la recuperación del mismo durante el último trimestre del año haya sido mayor a la esperada, porque a medida que el consumo se normalizó el comercio exterior y su logística asociada tuvieron la capacidad de responder rápidamente a este cambio de contexto.
Por eso considero importante reconocer en estas líneas el trabajo y profesionalismo demostrado por todos los profesionales que hacen posible el comercio exterior, trabajadores esenciales cuya importancia muchas veces pasa desapercibida, pero que sin embargo resultan imprescindibles para el funcionamiento de la actividad económica global, aun en los contextos más difíciles.
El autor es CEO de GEA Logistics.
Artículo publicado originalmente el 18/03/2021 en La Nación.